sábado, 5 de febrero de 2011

Capítulo 6

Las cuatro y media de la mañana.
Pido la séptima copa de Moscato. Veo borroso y estoy mareada, pero me gusta la sensación. Apenas oigo la música y no porque la hayan bajado.
Rodri se ha quedado completamente dormido sobre la mesa. En estos momentos, tampoco me preocupa.
Vuelvo a mirarlos. Siguen allí, en la otra punta del bar, charlando de quién sabe qué.
No puedo evitarlo y cuanto más miro, más necesito beber. Cojo la copa que me acaban de traer y le doy un trago abundante.
Me siento totalmente gilipollas.
Las camareras me miran y cuchichean desde la barra, pero me trae sin cuidado.
Por su culpa, casi me pierdo lo que llevaba esperando toda la noche. Bueno, no lo esperaba. Intuía que pasaría y ahí lo tengo. Delante de mis narices.
Se están besando. Lento. Mucho. Se acarician, se abrazan y yo río. Sí, estoy riendo, pero me apetece gritar y llorar.
Entonces me levanto y voy hacia ellos como puedo.
Dejan de besarse y me miran en silencio. Yo tampoco sé qué decir.
Me quedo de pie, perdiendo el equilibrio ligeramanete de vez en cuando.
- ¿Pasa algo?
Sonrío.
¿Pasa algo, Iván?, ¿tú qué crees?,¡Yo pienso que sí! Y que eres un imbécil, un maldito mentiroso...
"Voy a estar siempre contigo".
¡Ya lo veo!
No es justo. Apareces de repente, con una desconocida a la que besas en mi cara sin pensar lo que yo piense o sienta. Eso no es estar conmigo. Debemos conocer significados diferentes de la palabra "contigo".
¡Dios! ¿y David?...
Agacho la cabeza y abro la boca para hablar por primera vez, después de tres horas haciéndolo solo para beber.
- Me voy...a casa.
Balbuceo.
Él se levanta preocupado.
- Has bebido mucho, Emma. ¿Quieres que te lleve?
Niego con la cabeza y señalo a Rodri que aún duerme.
- Bueno, os llevo a los dos.
- Iván...
Ella, la tal Nadia, le coge de la mano. Esa mano grande y suave que arropó la mía en el paseo de la playa. - Yo vivo cerca de aquí. Puedes irte con ellos. No pasa nada.
Se hacen un gesto bonito que duele por dentro.
La miro y río a carcajadas.
¡Claro que no pasa nada!
Iván se altera y me coge cuidadosamente, llevándome hasta Rodri. Lo despierta y nos acompaña hasta su coche, sujetándonos como puede.
Durante el viaje, paramos dos veces por mi culpa.
Demasiado alcohol en mi estómago.
Se me hace eterno, pero llegamos cuando ya me estoy quedando dormida.
Me bajo del coche a trompicones y me despido de Iván avergonzada. Rodri vuelve a estar en sus mundos.
Esa noche, duermo con el móvil en la mano y un mensaje a medias de acabar. A medias de empezar.


***


Despierto con un sabor de boca amargo. Hago una mueca de desagrado.
Aún estoy mareada y me pesa la cabeza. La levanto buscando el reloj. Las cinco y diez de la tarde.
No quiero imaginar lo que me espera abajo. Con suerte, mi hermano puede estar también durmiendo. Compartiríamos la bronca.
Cuando me levanto por fin de la cama, mi móvil cae al suelo. Lo cojo. Pulso una tecla y leo una serie de barbaridades mal escritas. Qué vergüenza...
Rezo a lo que quiera que exista suplicando no haberlo enviado. ¡Bien!, no está en la bandeja de salida. ¿Cómo puedo ser tan patética?
Intento recordar las últimas horas de la noche sentada en la cama. Nada. Sólo el vació y más vacío después. ¡No tendría que haber bebido!
Me quedo embobada mirando el móvil y por fin se me ocurre llamar a Rodri.
- Rubita...no me acuerdo de nada. No sé ni cómo llegué a casa, ni gracias a quién por lo que oigo...
- ¡Joder! ¿Qué pudimos haber hecho? Sólo sé que bebí muchos Moscatos.
Cojo el bolso que, seguramente, tiré sin pensar anoche. Encuentro la cartera y reconozco el mismo billete de veinte euros que llevaba. - ¡Y encima creo que no pagué nada!, ¿lo hiciste tú?
- Pero si yo me quedé dormido en el bar y desperté en casa...
-Quizá te robara. Vaya, Rodri, ¡lo siento! Te lo devolveré.
-No te preocupes. Bueno, me voy a la ducha que apesto a tabaco.
Y cuelga dejándome como estaba.
En ese momento, en otro punto de la ciudad, Ana marca su número por décima vez. Cuando vea las llamadas perdidas se enfadará más.
Necesita arreglar las cosas con Marcos. Lleva sin comer un día y medio y ha pasado toda la noche llorando.
Corre al baño y vomita, otra vez. No tiene prácticamente nada en el estómago y queda rendida sobre el inodoro.
Su madre le prepara una tila y envuelve su cuerpo con una manta. No sabe qué hacer ya. Está muy preocupada por su situación.
Ana siempre ha sido muy fuerte para éstas cosas. Jamás ha llorado en público y mucho menos, llegado a éste extremo.
Ha perdido peso en muy poco tiempo. Necesitará la ayuda de un profesional. Esto se le va de las manos.


***


Después de comer y aguantar las tensas miradas de mis padres, decido salir a tomar el aire.
Hoy hace más frío que otros días, pero al menos, ha dejado de llover.
Aún me duele la cabeza y tengo la boca muy seca.
En la comida, acabé la botella de agua mineral sin ayuda de nadie, lo que demostró que tenía una resaca de caballo.
Bah... los caballos no pueden tener resaca.
Frente a mis pensamientos estúpidos, aparece una cara conocida.
Iván sonríe con las manos en los bolsillos. Camina hacia mi ligero.
- ¿Qué tal has amanecido?
Su amplia sonrisa no desaparece en ningún momento.
- Pues...no muy bien, la verdad, ¿tú?
- Seguramente mejor.
Ríe notando mi típica cara de estar perdida. - ¿Quieres tomar algo calentito? Hace mucho frío, ¿verdad? Mira.
Señala a mi espalda. - Allí hay una churrería buenísima, ¿qué me dices?
¿Qué voy a decir ante tal énfasis?
- ¡Claro que sí!
Me quemo con el primer churro que me llevo a la boca. No tengo hambre, pero pienso que le haría un feo si no tomara nada.
- Ayer, Rodri y tú...
- ¿Qué?
- Bebisteis demasiado.
Mastico.
- Supongo. De ahí a que tenga semejantes lagunas.
Revuelve el chocolate despacio. Mira la taza y después a mi.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué, qué?
Nos miramos fijamente.
- ¿Por qué lo hiciste?
Recuerdo la chaqueta gris que llevaba. La de hoy es más gorda y oscura.
Recuerdo esos rizos y las pecas sobre la nariz...
- No lo sé...
Y de repente, un silencio incómodo. Parece que lea mis pensamientos.
- ¿Te molestó que estuviera con Nadia?
Lo miro perpleja. No puedo estar oyendo lo que estoy oyendo.
- ¿Perdón?
No le dejo hablar. - ¿Qué te hace pensar esa tontería?
- Me dio esa impresión.
- ¡Pues qué estupidez! No me lo puedes estar diciendo en serio...¿eres idiota?
- Bueno, Emma, no te pongas así. Tampoco es...
- ¿Tampoco es qué? ¡Me pongo como me da la gana!
Sin quererlo, quizá hable un demasiado alto. - Como si no me conocieras de sobra, ¡estoy flipando!
Me levanto enfadada poniéndome el abrigo como puedo. Cojo la bufanda y el bolso, y le clavo los ojos de nuevo. - ¡A mi me importa una mierda con quién salgas!
Camino torpe hacia la puerta.
- ¡Me debes dinero!
La gente nos mira.
Saco mi cartera del bolso y se la lanzo al pecho.
- Todo tuyo.
Me marcho corriendo antes de que pueda devolvérmela.
Llego a un callejón y enciendo un cigarro. Entre calada y calada, se me escapan algunas lágrimas.
No puedo seguir con esto.


***


Otra vez le vibra el móvil. Lo tiene en silencio para no molestar a los demás. Eso es lo que se dice a sí mismo, pero en realidad le da vergüenza que suene y  vean que no contesta.
Siguiente parada: Parque del Muelle.
Es la suya. Coge la bolsa de deporte y la cuelga de un hombro. Se pone frente a la puerta del bus.
Llega tarde y lo sabe, pero al bajar, se encuentra con ella. Espera sentada en un banco cercano a la parada del bus.
- ¿Se puede saber dónde estabas? Llevo esperando más de media hora.
- Lo sé, lo sé. Lo siento, Lidia.
- ¿Qué ha pasado? Tienes mala cara.
- Nada, estoy bien.
Se acerca a ella y le da un beso breve en los labios.
- ¿Es tu novia otra vez?
- Ya no es mi novia...
- ¿Has roto con Ana?
No puede dejar de sonreír.
Al otro lado de la carretera, en el parque, Emma se esconde tras la estatua principal. Pedro Menéndez observa desde lo alto la situación, rodeado de cuatro guerreros medievales que lo escoltan. Parece no importarle demasiado el siglo actual, mientras una paloma se posa en su hombro.
- Cada día me sorprendes más.
Ríe a carcajadas.
Emma tira de su brazo y le obliga a que se agache junto a ella.
- ¡Shhh! Mira.
Iván hace caso y comprende lo que pasa.
- Se dieron un beso. Pienso que Ana debería saberlo.
- ¿Y que sufra más?
Se miran.
- ¿Me tomas el pelo? Yo no voy a permitir que llore por ese idiota.
- Eres muy generosa ayudando a los demás cuando tú tienes problemas mayores. Toma.
Le da su cartera. - No he cogido nada.
Se va tranquilamente, sin pararse en que puedan verle.
Emma se queda quieta con la cartera entre las manos. Mira cómo se aleja.
Vuelve a su espionaje cambiando de tema antes de que pueda volverla loca, pero ya no están...

4 comentarios:

  1. jaja como aprovechan eh ;) no tengo mucho tiempo para leer pero voy poquito a poco y me gusta mucho neni^^ un besin!

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  2. Hola María, soy pinedana y te agradezco muchos tus palabras, es verdad que mi pena es verdadera e inmensa como la de todos los que conocíamos a Maite.
    Te pido permiso para poner un enlace de tu blog en el de Pineda y de paso en el mío, me gusta.

    Un beso

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  3. i will definitely learn to speak spanish like this.

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