jueves, 16 de diciembre de 2010

Capítulo 4.

Mucha gente. Tanta que crea desorden. Confunsión.
Mel se gira una vez más y camina hacia la puerta. Vuelve a su sitio. Levanta la muñeca hacia su cara comprobando otra vez cómo va pasando el tiempo y cómo va desperdiciándolo.
Nada, no aparece. ¡Estúpida! ¿dónde te metes?
Muchos disfrutan ya de su comida. Se oye de fondo un murmullo inmenso mezclado con una melodía de cubiertos al chocar entre sí.
Su estómago se queja y se pone colorada. Busca entre las caras una sonrisilla que delate que los ha oído. Por ésta vez se ha librado. ¿Cuántas veces más tendrá que esconder los rugidos?, ¿cuánto tendrá que esperar para poder comer como le exigen?
Alguien le toca un brazo. Despacio, con cariño.
- ¡Mel!
Por fin...
Nunca se ha alegrado tanto de verla. Bueno, han tenido pocos encuentros, pero éste es el más..."feliz" de todos.
- Pensé que me habías plantado...
Hace como que se enfada poniendo una mueca exagerada.
- Tienes todo el derecho a estar así. Nos hemos liado... pero fue por mi culpa.
Mel cambia de expresión.
- ¡¿Perdón!?, ¿os habéis liado ya?, ¿en clase? o... ¿dónde?. ¡Cuéntamelo todo, Emma!
- ¡Eh, eh! Para.
Ríe. - No, no nos hemos besado, si es a eso a lo que te refieres.
- Entonces no uses más esa palabra conmigo... Bueno, algo tendrás que contarme, ¿no? Vamos a comer de una vez y me lo detallas, ¿eh? Quiero pelos y señales.
***
Mientras camina, lleva consigo una lata vacía de coca-cola. Le da patadas despacio, pero la ojalata choca contra el suelo armando demasiado jaleo. La abandona en un bordillo por vagancia o porque a él también le aturde el sonido. No le deja pensar bien.
Se imagina volviendo con el mismo humor todos los días del año. Está peor que la lata. Es como si fuera el individuo que acompañaba al león y al espantapájaros en Mago de Oz.
Por un momento, se mira en el cristal de un escaparate. Se refleja, sí, pero hoy no está ahí.
No sabe cómo le va a decir a sus padres que esa carrera no es para él, que han malgastado el dinero, que a él lo que le gusta es la fotografía...
Hay una tienda de discos detrás de ese falso reflejo. Oscurece la visión con ambas manos sobre sus ojos. Se acerca al cristal y pega la nariz mojándolo con vaho.
Las estanterías están repletas de títulos conocidos y otros que no tanto. Éxitos del pasado y novedades acentuadas con carteles de colores vivos.
Cuando entra, suenan unas campanitas llamando la atención de todos los inquilinos que cayeron en la tentación de adentrarse en ese paraíso musical. Exactamente igual que él.
Se centra en un único cartel. Lo reconocería a distancia.
La carretera azulada dirección al horizonte, los árboles desnudos bordeándola a la derecha. El cielo fundido en un blanco desteñido, las letras del mismo color en la parte superior con el símbolo del plus en rojo y la silueta de Eminem que camina sobre la línea discontinua naranja. Es la portada que llevaba buscando en You Tube antes de que se inventara.
Una torre blanca sostiene unos auriculares de radio que le brindan la posibilidad de escuchar su voz. Justo al alcance de su mano, varias copias del disco se resguardan bajo un plástico brillante y fino. Le dan ganas de romperlo. Ganas de disfrutarlo por completo.
Se coloca los auriculares ajustándolos a su medida. "Cold Wind Blows" es la primera canción. Sonríe. Pasa a la siguiente. "Talkin' 2Myself". Sigue pulsando al botón hasta encontrar lo que busca.
Es la número quince. Rihanna, acompañada del piano, hace que se le erice la piel. "I love the way you lie".
Lies, lies, lies... Tararea bajito. Se deja llevar y cierra los ojos. Quizá si cantara a sus padres la mala noticia, sería una forma más amena de que le entendieran.
***
Después de comer con Mel, cojo el bus y paro cerca del Summun.
Ana y Alex ya están allí. Hablan de algún tema gracioso y se mueven exageradamente, intensificándolo con gestos.
Me cruzo con la mirada de algún chico y con muchas otras de unas cuantas cotillas.
Me acerco a mis amigas decidida cuando veo una silla libre junto a ellas. Me saludan tranquilas, cercanas, como han sido siempre. No tocan el tema de Iván ni del supuesto romance.
Reímos, bromeamos, fumamos, tomamos café, miramos a la gente que entra y sale, criticamos de paso...
Nadie diría que somos cinco en el grupo y que dos de ellos son chicos. Hoy toca tarde de mujeres.
Me lo paso bien y puedo desconectar.
Algo vibra en mi bolso. Saco el móvil. Un mensaje...
"Quiero volver a verte. David."
Sonrío. No me lo esperaba. Entonces decido contárselo a mis amigas.
- ¿Y es guapo?
- Eso es poco...
- ¿No pasó nada, de verdad?, ¿ni siquiera un beso pequeño?
Niego. - Nada de nada.
Alex se levanta con los brazos en jarra.
- ¡Pues qué soso!
Desaparece tras la puerta de los baños.
- No le hagas caso. ¡Es monísimo! Pudo haber ocurrido cualquier cosa... Estábais solos en la cueva y no se aprovechó de ti. Otro lo hubiera hecho, te lo digo yo. Es una noticia buenísima, me alegro por ti, cari.
Me abraza y yo le sonrío.
Recuerdo cuando era él quien me abrazaba mientras oíamos el ruido de las olas al romperse contra las rocas.
Me apetece verle a mi también.
Parece que alguno de los momentos que vivimos se quiere escapar de mi memoria. Lucho por volver a aquel lugar. Él me lleva de la mano, aún sigo con la camiseta a modo de venda. Vigila que no tropiece al subir por el montículo empedrado. Pierdo el equilibrio y aprieta mi mano fuerte. Contrae los músculos del brazo para sujetarme. Reímos. El suelo se estabiliza bajo mis pies y noto la arena suave y calentita colarse por los rincones de mis sandalias.
Unos cuantos pasos más y destapa mis ojos. Una cueva pequeña, llena de vegetación cabalgando por sus paredes, con un pequeño río en forma de cascada y un horizonte oscuro, se abre ante mi.
Es precioso y no, nunca había estado allí. Me sonríe satisfecho y yo me pierdo...
- ¿Rubita?...
Vuelvo al bar.
- Rubita, te estoy hablando.
Ríe.
Pestañeo y aterrizo de nuevo. Enredo la mano en mi pelo disimulando.
- No escuchaba...
Suspiro en una sonrisa. - Lo siento, Rodri.
- Déjala, está enamorada. Que te cuente de quién.
Me mira interrogante.
Y otra vez recuerdo la escena, y mis palabras fluyen solas y veo sus ojos como si estuvieran aquí.
***
- ¿Puedo ayudarte?
No oye nada.
Prueba de nuevo y toca su hombro con suavidad. Él se gira y retira los cascos.
- Disculpa, ¿quieres que te ayude con algo?
- Ah...emm, sí...estaba escuchando este disco.
- Recovery.
Sonríe.
- Sí...Aquí no pone el precio.
- ¿No?
Lo busca, pero no lo encuentra. - Tienes razón. Voy a mirarlo ahora. Un segundo.
Pero el segundo se le hace eterno. Ya no se acuerda de pestañear. Es guapa. ¿Qué dice?, es increiblemente guapa.
Tiembla cuando aparece otra vez ante él.
- Antes de que te escandalices con el precio, puedo hacerte una oferta.
Sonríe amable, sin fingir.
- Adelante.
- ¿Puedes acompañarme al mostrador?
- Claro.
La sigue. Prueba el olor que se le estampa en la cara. Es dulce, pero no empalagoso. La observa a sus espaldas. Unos tímidos rizos caen sobre sus hombros y bailan con el movimiento de sus pasos. Camina ágil. Ni muy erguida, ni todo lo contrario.
Al volverse hacia él, se fija en los detalles del rostro. Le gustan sus pestañas oscuras. Tiene pecas diminutas sobre la nariz y parte de los pómulos. Es bella.
Le extiende la mano.
- Mira. Ésta es la tarjeta de descuento que te doy a cambio de que tú te hagas socio.
Está acostumbrada a ese mundo. Utiliza sus encantos para vender y le va muy bien por ahora.
- ¿Y qué tengo que hacer para ser socio?
- Muy fácil...
Saca un papel mediano y coge el único bolígrafo que yace sobre la mesa. - Simplemente tienes que darme tus datos. El primero: Nombre.
- Te lo diré, pero yo tambíen quiero algo a cambio.
Cambia de expresión. Ahora mira sorprendida.
- ¿Y qué es?
- El tuyo.
Se tranquiliza y sonríe.
- Soy Nadia.
- Iván.
Escribe pausadamente, con números simples y redondeados. Lleva la manicura francesa perfecta, sin una longitud exagerada.
Duda en el siguiente dato.
- ¿El número de móvil me lo darás o tengo que darte yo también el mio?
- ¡Jajaja! No, no seré tan malo...
- Bueno, ya sólo necesito que firmes aquí.
Señala con un golpecito de uña sobre el recuadro. Le cede el boli e intercambian miradas por unos segundos.
- Ya está.
- Bien. Entonces el precio te saldrá...
Pasa el código de barras bajo un láser rojo. - por 19'95 €.
Saca la cartera sin pensarselo.
Ella coge el dinero y envuelve el disco en papel de regalo, con un lazo perfectamente rizado. Cuando se lo da, rozan sus manos y aunque se dicen adiós, es un hasta pronto.

1 comentario:

  1. Qué bonito!! Pero qué bien escribes, de verdad, me he enganchado...quiero una continuación jaja! Besito!
    Mónica.

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